No me preocupa que no seas mía, hay promesas que por hilarantes no conocen la luz del día.
Es la impaciencia de saberte ajena, de querer robarte en cada beso una pizca de libertad para encerrarte en mis brazos.
Es tu cuerpo un sueño que jamás quise soñar, el peligro de sentir que me vacía de a poco, que me roba las culpas y las deja para el después, para las noches frías, para el recuerdo amargo.
Son tus besos con los que me envenenas, con los que el jamás me quedó tan corto, esa dulce melodía de tus labios que nos cuenta mentiras que no creemos pero que deseamos, que en susurros nos roba la noche, nos deja el cansancio.
Tus piernas que siempre tendrán otro rumbo, que a cada paso dejan el eco de un imposible, con las que me atas a los labios la certeza de tu partida.
Esas gotas de deseo que enmarcan tu pecho, suaves nubes en que duermo, en que reposo mis temores, esos de perderte a la mañana siguiente, esos que el subconsciente llama verdades disfrazadas.
Es todo este ritual de perder la cordura entre los pliegues de tu cuerpo, de esconder mis pecados entre tus piernas, es saborear tu aliento por la mañana, es tener la certeza de confundir nuestros cuerpos y que mañana no sepa si de tu cuerpo me has dejado las ganas.
Orquidea.