He luchado por cada mirada triste,
por cada niño hambriento,
por cada hermano caído.
He callado cuando violan mi fe,
cuando golpean mi honor a puño limpio.
He aprendido a esconder mi miedo en la luna,
a enterrar mi dolor en la obscuridad.
He aceptado ser paciente
cuando me queda un segundo más de vida,
sellar mi libertad con un silencio rotundo.
He entendido que se lleva la frente en alto
cuando sólo queda fuerza en el corazón.
Pero sobre todo he aprendido
a gastar mi último aliento en cada mínima guerra
a dar mi vida por éste tesoro al que llamo mi tierra.
Orquidea.