Fue la luna misma la que me sedujo,
me perdí en su brillo y ella me condujo.
Cama de estrellas de besos brillantes,
me entrego sus noches,
yo borre la huella de viejos amantes.
Así nos consumimos en mil amaneceres,
presas voluntarias de nuestros placeres.
Una noche rara vino sin estrellas,
triste en su menguante,
sola me dejaba sin ella, sin amaneceres
ni besos brillantes.
Bajo el sol de media noche encontró su amparo
me perdí en su brillo y ella me condujo.
Cama de estrellas de besos brillantes,
me entrego sus noches,
yo borre la huella de viejos amantes.
Así nos consumimos en mil amaneceres,
presas voluntarias de nuestros placeres.
Una noche rara vino sin estrellas,
triste en su menguante,
sola me dejaba sin ella, sin amaneceres
ni besos brillantes.
Bajo el sol de media noche encontró su amparo
dejando un decreto que me lo advertía:
si yo la esperaba ella no volvería.
Rogué a las estrellas me guiaran en pena
tenían que ayudarme
regresar como mía, la que hoy sentía ajena.
Finalmente un día lo entendí,
no podía obligarla a entregarme sus noches,
tenia que alejarme sin ningún reproche.
Tampoco vivir sin ella me ayudaría,
o encontraba la forma o de amor moriría.
Desde entonces me escondo en sus sombras
detrás de mi ventana, aquella en que nos amamos,
la miro bailar entre nuevos cometas
los lleva a galaxias que nosotros creamos.
A veces la sorprendo mirarme discreta,
sabe que la cuido aunque no lo entienda,
a veces no creo lo que a su lado viví
tal vez fue solo un sueño
tal vez fue solo un cuento que un día le escribí.
Orquidea
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